jueves, 21 de febrero de 2013

Meditaciones Cuánticas 5

Cuando cuantifico el espacio, creo el tiempo.
El tiempo es un modo de medir el espacio.
Cuando cuantifico el tiempo, creo el espacio. El espacio es un modo de medir el tiempo.
Cuando me cuantifico a mí mismo, creo una persona.
Cuando advierto los espacios entre los sonidos y los espacios entre las palabras, así como los espacios entre mis pensamientos y el silencio de fondo que está detrás de todo, comprendo que todos estos espacios son un mismo espacio.
Este espacio es el punto de entrada. 
Es el vórtice transformador, el pasillo, la ventana al Espíritu.
El espíritu está más allá del vacío del espacio. Este ámbito, más allá del vacío, no es una nada vacía; es el vientre de la creación.
La Naturaleza acude a un mismo lugar para crear una galaxia de estrellas, un cúmulo de nebulosas, una selva tropical, un cuerpo humano o un pensamiento.
Ese lugar es el Espíritu.
El tiempo personal nace en los espacios que están entre los recuerdos personales.
El tiempo cósmico nace en los espacios que están entre los recuerdos cósmicos.
El Espíritu es la potencialidad de los sucesos del espacio-tiempo.
El Espíritu, moviéndose dentro de sí mismo, crea los sucesos del espacio-tiempo y se convierte en materia. 
El Espíritu y la materia son uno. 
El observador y el observado son uno.
El espectador y el escenario son uno.
El espectador, el observador, el perceptor, el pensador, el campo y la conciencia pura son palabras distintas que describen todas ellas al Espíritu.
El Espíritu (el observador) no tiene altura, ni profundidad, ni longitud, ni anchura, ni volumen, ni espacio, ni duración. Es eterno, limitado, inefable y abstracto.
El Espíritu es invisible. No tiene sonido, Carece de textura, de sabor, de olor. 
Es no dimensional, no es espacial e intemporal.
El Espíritu es el Yo. 


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