Conócete a ti mismo:
“Esa cosa oscura que
reconozco mía”
• William Shakespeare
“Pero hay un misterio
que no comprendo: Sin ese impulso de ostredad , diría incluso que de maldad,
sin esa terrible energía que se oculta detrás de la salud, la sensatez y el
sentido, nada funciona ni puede funcionar. Te digo que la bondad, lo que
nuestro yo vigílico cotidiano denomina bondad, lo normal, lo decente, no son
nada sin ese poder oculto que mana ininterrumpidamente de nuestro lado mas sombrío."
• Doris Lessing
“Yo creo que la sombra
del hombre, radica en su propia vanidad”
• Friedrich Nietzsche
En la antigüedad los seres humanos, conocían las diversas dimensiones
de la sombra, la personal, la colectiva, la familiar y la biológica. En los
dinteles de piedra del hoy derruido templo de Apolo en Delfos, construido sobre
una de las laderas del monte Parnaso, los sacerdotes grabaron dos inscripciones,
dos preceptos que son muy familiares y que siguen conservando en la actualidad
todo su sentido, el primero “Conócete a
ti mismo” los sacerdotes del Dios de la luz aconsejaban algo que nos
incumbe muy directamente: conócelo todo sobre ti mismo, lo cual podría traducirse
como conoce especialmente tu lado oscuro.
Somos herederos directos de la mentalidad griega, pero
preferimos ignorar a la sombra, ese elemento que perturba nuestra personalidad.
La religión griega que comprendía perfectamente este problema reconocía y
respetaba el lado oscuro de la vida y celebraba anualmente las famosas
bacanales, orgías en las que se honraba a Dionisios, el dios de la naturaleza,
entre los seres humanos.
Hoy en día, Dionisios, perdura entre nosotros en la forma
degradada de Satán, el diablo, la personificación del mal, que ha dejado de ser
un dios a quien le debemos respeto y tributo para convertirse en una criatura
con pesuñas desterrada al mundo de los ángeles caídos.
Los psicólogos transpersonales, reconocen las relaciones
existentes entre el diablo y nuestra sombra personal, afirmando: “En la
actualidad el principio de individuación esta ligado al elemento diabólico ya
que este representa una separación de lo divino en el ceno de la totalidad de
la naturaleza. De este modo, los elementos perturbadores como los afectos, el
impulso autónomo hacia el poder y cuestiones similares constituyen factores diabólicos
que perturban la unidad de nuestra personalidad”.
Nada de exceso:
La segunda inscripción cincelada en Delfos, “nada de exceso” todavía es mas
pertinente a nuestro caso, se trata de una máxima por la que solo puede regirse
quien conoce a fondo su lujuria, su orgullo, su rabia, su gula, todos sus
vicios en definitiva, ya que solo quien a comprendido y aceptado sus propios limites,
puede decidir, ordenar y humanizar sus acciones.
Vivimos en una época de desbordes: demasiada gente, demasiados
crímenes, demasiada explotación, demasiada polución y demasiadas armas
nucleares. Todos reconocemos y censuramos estos abusos, pero al mismo tiempo
nos sentimos incapaces de solucionarlos ¿Pero qué es en realidad lo que podemos
hacer con todo esto?
La mayor parte de las personas, destierran las cualidades
inaceptables e inmoderadas a la sombra inconciente o la expresan en sus
conductas mas oscuras, pero los excesos no desaparecen, sino que terminan transformándose
en síntomas tales como sentimientos y acciones profundamente negativas, los
sufrimientos neuróticos, las enfermedades psicosomáticas, las depresiones y el
abuso de drogas por ejemplo; el hecho es que cuando sentimos un deseo muy
intenso y lo relegamos a la sombra, opera desde ahí sin tener en cuenta a los demás;
cuando estamos muy hambrientos y rechazamos ese impulso terminamos atormentando
a nuestro cuerpo comiendo y bebiendo en exceso, cuando sentimos una aspiración elevada
y la desterramos a la sombra nos condenamos a la búsqueda de gratificaciones
sustitutorias, instantáneas o nos entregamos a actividades hedonistas tales
como el abuso de alcohol o drogas. La lista podría ser interminable, pero lo cierto
es que podemos observar por todos lados los excesos del crecimiento desmesurado
de la sombra:
El narcisismo generalizado, la explotación personal, la manipulación
de los demás y el abuso de mujeres y niños, evidencia al deseo de controlar las
dimensiones innatamente incontrolables de nuestra propia vida.
La obsesión por la salud, las dietas, los medicamentos y la longevidad
a cualquier precio, testimonia nuestro permanente miedo a la muerte.
La amoralidad de la ciencia y la estrechísima colaboración existente
entre el mundo de los negocios y la tecnología pone en evidencia nuestro deseo
incontrolado de aumentar nuestro conocimiento y nuestro dominio sobre la
naturaleza.
El interés desmesurado en la maximización de los beneficios
y el progreso que se evidencian en el crecimiento ultranza del mercantilismo.
El papel distorsionado y codependiente de quienes se dedican
a las profesiones de ayuda y la codicia de médicos y empresas farmacéuticas que
se manifiestan en la compulsión a ayudar y a curar a los demás.
A esto se refería Jung, cuando decía: “hemos olvidado ingenuamente que bajo el mundo de la razón, descansa
otro mundo. Ignoro lo que la humanidad deberá soportar, todavía antes de que se
atreva a admitirlo”