Tres substancias psiquedélicas han despertado la fantasía de los jóvenes en el mundo occidental, desde hace aproximadamente dos décadas, el LSD, la psilocibina (extraída de un hongo llamado stropharia) y la mescalina (extraída del cactus del peyote) y, aunque su estructura química sea muy diferente, todas ellas afectan a la mente de un modo muy similar. En los años recientes, hemos asistido a la proliferación de psiquedélicos de "diseño", - algunos de los cuales tienen efectos concretos, fácilmente controlables- en respuesta a la demanda universal de expansión de la consciencia personal más allá de los limites del ego hacia las regiones normalmente oscuras del Fundamento.
Debido a que la experiencia psiquedélica difiere notablemente del EAC esquizofrénico crónico, ciertos teóricos niegan su valor como posible modelo de estudio de la psicosis. Pero la semejanza del viaje psicodélico con los primeros estadios de un EAC psicótico agudo es innegable, sobre todo cuando en este último caso las alucinaciones visuales predominan en igual proporción que las auditivas, los sentidos se hallan sumamente despiertos, las emociones se hallan fortalecidas en lugar de oscurecidas, la persona prefiere la compañía de un amigo comprensivo a la soledad, y la confusión no ha cristalizado todavía el delirio.
Tanto el EAC producido por el viaje psiquedélico como las psicosis agudas expanden, -para mejor o peor-, las fronteras del YO hasta regiones desconocidas del Fundamento. Y esta expansión de la consciencia da a experiencia psiquedélica controlable y la dañina experiencia psicótica. Energías conscientes que jamás han sido modeladas por la experiencia pasada afluyen entonces tratando de llenar ese vacío, una situación semejante al hecho de abrir todas las ventanas de una habitación donde hace un calor sofocante o de quedarse repentinamente sin abrigo en medio de una violenta tempestad.
Pero el hecho de que estas expansiones bruscas del yo se perciban como algo sublime o aterrador dependerá de la preparación de la persona para tolerar un EAC, expansivo, de la explicación que se le dé, del contexto en que tenga lugar y su duración.
Quienes se hallan inmersos en un EAC que expande su identidad experimentan un cambio radical del significado, una ampliación del sentido que subyace a los eventos más cotidianos. En tal caso, los objetos más comunes parecen cobrar repentinamente una profunda importancia. Una hormiga atravesando una hoja marchita puede llegar a simbolizar el denodado esfuerzo de la humanidad por alcanzar la iluminación, una botella de salsa de tomate puede convertirse en un instrumento estratégicamente colocado por la mano de Dios y las canciones románticas que anteriormente parecían carentes de sentido susurran ahora un mensaje universal. Los viajeros psiquedélicos saben bien lo difícil que es responder a las más sencillas de las preguntas porque simultáneamente atrapan los diferentes niveles de significado implicados en todo suceso y no siempre resulta difícil decidir a cuál deben atenerse.
Pero lo beatífico esconde, en ocasiones, la semilla de lo diabólico, ya que esta exuberancia de significados ocultos acecha también en la génesis de la respuesta paranoica al enfrentamiento con lo sobrenatural. Al igual que ocurre en el caso del viaje psiquedélico, el mundo del paranoico está plagado de intenciones ocultas y de significados secretos... Pero ¿Qué ocurre cuando nuestra vida cotidiana comienza a impregnarse de todas esas ambigüedades crípticas? Hasta en los más desagradables viajes psiquedélicos, las personas saben que han tomado una droga que ha inducido un EAC y que el viaje concluirá al cabo de unas pocas horas. (Los malos viajes surgen del miedo a que esto no sea así). Eliminemos esa expectativa o prolonguemos la experiencia durante unos días o semanas y el resultado estará inevitablemente muy lejos de ser un mero "viaje".
La estructura física de la molécula del LSD tiene una gran semejanza con la de un inhibidor de los neurotransmisores llamado serotonina , que desempeña diferentes e importantes funciones en el cerebro normal, entre los que se cuenta la regulación del estado de ánimo. Pero su principal contribución al EAC psicótico radica en su papel de custodio de nuestros sueños. Mientras la serotonina permanezca activa en el centro del tallo cerebral denominado núcleo del rafe, la persona dormida no soñará. Sin embargo, cuando las neuronas de ese centro demoran su descarga, los centros superiores del cerebro del sistema límbico y el córtex visual se zafan del dominio inhibidor de la serotonina y la consciencia del durmiente se puebla de un sueño vívido.
El EAC del sueño constituye una apertura normal y necesaria de la consciencia Fundamento en la que tiene lugar un aumento de la sensibilidad hacia la premonición y comunicación telepática. La naturaleza nos brinda cada noche la oportunidad de volver a conectar con la Fuente durante el sueño, pero nos mantiene a salvo del posible daño inmovilizando nuestro cuerpo y manteniendo fuera del alcance de nuestro recuerdo la mayor parte de los contenidos oníricos. Cuando soñamos, nuestro centro de actividad nerviosa abandona su lugar en el córtex racional y desciende al sistema límbico basado en la fantasía. Si, durante unas pocas noches, obstaculizáramos el sueño, la presión de los sueños iría en aumento y acabaría irrumpiendo en la consciencia de vigilia en forma de un EAC alucinatorio. Tal vez, al comienzo, nos sintiésemos fascinados por estas intrigantes quimeras pero, al cabo de varios días o semanas, acabarían desbordando la realidad consensual ¿Cómo deberíamos, entonces, afrontar estas experiencias y qué explicación personal podríamos darle?
Las principales drogas alucinógenas retardan la descarga de las neuronas serotonínicas del núcleo del rafe, inhiben a un inhibidor y dejan libres a las neuronas que se hallan corriente abajo que, en ese caso, significa en el mismo corazón del sistema límbico, el núcleo de los centros gobernados por la dopamina que se hallan implicados en la mayor parte de los EAC psicóticos , para actuar sin limitaciones. Esto demuestra, que, cuando se rompe el equilibrio de un determinado agente químico, su efecto reverbera a través de las intrincadas redes neuronales que producen el resto de hormonas psicoactivas. Así pues, toda esta red de resonancias sinápticas es vulnerable a los cambios que puedan producirse en cualquiera de sus partes.
Por lo tanto, existen diferentes agentes químicos cerebrales que intervienen en la expansión y en la contracción de los límites del YO característicos de los EAC esquizofrénicos y maníacos que constituyen el nexo de unión entre la experiencia psiquedélica, los sueños y los EAC psicóticos que vincula a la serotonina con el exceso de actividad dopamínica. Sabemos, sobradamente que las substancias psiquedélicas pueden hacer que ciertas personas se enfrenten a las regiones más profundas del psiquismo, encierran una clave importante para comprender porque hay personas cuya vida cotidiana se ve literalmente bombardeada por las ideas e imágenes procedentes del subconsciente.
Después de la Guerra de Vietnam, los gobiernos prohibieron, hasta a los investigadores científicos la posesión de la más mínima cantidad de sustancias psiquedélicas, algo que cualquier adolescente curioso puede comprar por poco dinero al camello de su barrio. Esto parece mas sencillo que oponerse al alcohol o el tabaco, que son muchos más tóxicos. Sabemos que el efecto de los psiquedélicos se asemeja a la locura. Pero ¿Son capaces también de indicarnos el camino para salir de ella? Quizás pudiéramos averiguarlo si retomáramos la prometedora investigación de su potencial terapéutico en grupos restringidos de personas.
Desde la más remota antigüedad, las substancias psiquedélicas naturales fueron herramientas de los chamanes, quienes han sabido utilizarlas no sólo para manipular la consciencia sino también para sanar un amplio rango de enfermedades.
En nuestra cultura existen historias procedentes de épocas en que su uso no estaba perseguido, que no sugiere la utilidad de los psicodélicos para resolver determinados EAC, pero también este tipo de poderosas técnicas exige una psicoterapia intensiva llevada a cabo por profesionales adecuadamente entrenados para ello.
Tal vez los psiquedélicos que conocemos sean demasiado impredecibles como para que, incluso, las manos más diestras puedan tratar con ellos los estados psicóticos. Pero quizás la investigación pudiera conducirnos al descubrimiento de otras herramientas terapéuticas de mayor eficacia, ya que, no se ha logrado un solo avance en el tratamiento de la psicosis desde que se introdujera el litio en 1969. Quizás pudiéramos tener más éxito si no dejáramos piedra alguna sin remover en la búsqueda de soluciones alternativas a todas las modalidades del sufrimiento humano.
*EAC: Estado Alterado de Consciencia.
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